La Lucha de Los Músicos - Más Allá del Coronavirus

Los músicos de todo el mundo nos encontramos en estado de shock después de cancelarse nuestras giras, posponerse las sesiones de estudio hasta nueva orden y cerrarse las salas de conciertos. Igualmente, técnicos, patrocinadores y salas de conciertos están atravesando una situación especialmente complicada. 

Mientras tanto, el resto del mundo lucha por adaptarse al impacto que el coronavirus está teniendo en nuestro día a día—por no mencionar a las personas que están falleciendo. Así las cosas, se podría argumentar que resulta de mal gusto que estuviéramos promocionando cualquier cosa que no fuera el lavado de manos y el distanciamiento social. 

No obstante, considero que merece la pena cuestionarse el papel que la música podría desempeñar en estos momentos de crisis. ¿Es el momento adecuado para un lanzamiento y promoción musical? Ante la primera crisis realmente mundial desde hace un siglo, ¿qué papel puede desempeñar la música? 

En Canadá pasé mi juventud, aunque he vivido la mayor parte de mi vida en España, donde me encuentro actualmente. En estos momentos vamos a entrar en nuestra tercera semana de confinamiento impuesto por el decreto de estado de alarma del Gobierno. Todo está cerrado, salvo algunas tiendas de alimentación y farmacias; tan sólo se nos permite salir para adquirir alimentos y medicamentos si resulta absolutamente indispensable, o bien, para darle un breve paseo al perro; la policía y el ejército están por todos sitios, multando a todo el que intenta saltarse las reglas. 

Como persona creativa, siempre he valorado mi libertad por encima de todo. Asimismo, considero que soy una persona privilegiada: nací en tiempos de paz, no he tenido que ir a la guerra, nunca he vivido en la calle y estoy sana. Así que mientras paso estos días de solitario encierro, me percato de que mis batallas son baladíes: no puedo salir y actuar y no hay un atisbo de conciertos a la vista. Entonces me pregunto, ¿qué se puede hacer?, ¿cómo puedo sentirme útil en estos momentos? 

Toda mi vida hasta ahora ha transcurrido en torno a las giras. Mi trabajo diario está profundamente integrado: trabajo en nuevas composiciones, ensayo con el piano, la guitarra y el canto; hago arreglos musicales, navegando por programas como Logic, Sibelius y Final Cut; organizo ensayos; me preparo para sesiones de grabación; indago sobre salas de conciertos territorio por territorio y llevo el mantenimiento de todas las bases de datos relacionadas con este trabajo interminable. Luego, me lanzo a los festivales y me dedico a la logística de la gira, reservando vuelos, hoteles y traslados. 

Además, no hay que olvidarse de la promoción: escribiendo notas de prensa, actualizando la página web e investigando y organizando sesiones de fotografía. Se pasan los días trabajando con diseñadores gráficos en ideas para carteles, portadas de CD y banners para redes sociales. Trabajo constantemente en el aprendizaje de nuevos programas, como Adobe Creative Suite; aparte de dedicarme también a los blogs, críticos y revistas. 

Y por último, llegamos al abrumador asunto de las redes sociales: creando “contenido” (suena tan impersonal), interactuando con los seguidores, respondiendo a preguntas y mensajes privados, contestando a comentarios. Y por supuesto, también está Youtube y la presión de tener suficientes suscriptores y horas de visionado para conseguir algo de dinero de verdad. 

¡Pero, aún hay algo más! Hago presentaciones de mi música para listas de reproducción en Spotify, y me pregunto si realmente merece la pena el esfuerzo; ¿qué pasa con ese correo electrónico de verificación de Amazon que acabo de recibir?, ¿cambia algo las cosas?, ¿y realmente necesito aparecer en Linkedin? Además, estoy ampliando mis conocimientos sobre el siempre cambiante y complejo mundo de la edición musical, sobre cómo se generan derechos de autor y su posterior de seguimiento. El papeleo resulta interminable… 

Y para rematar toda la faena, está todo este asunto del SEO y esos correos electrónicos de expertos con auditorías no solicitadas de la página web diciéndome que tengo que arreglar tales enlaces rotos y ocuparme de errores críticos, y francamente, no doy para más. 

Supongo que todo esto resulta familiar. 

Y tan sólo he abordado lo más superficial de todo lo que muchos de nosotros hacemos cada día. Desgraciadamente, la industria musical cada vez tiene menos que ver con ejercer de músico; sin embargo, si queremos seguir participando en este juego haciendo giras como artistas y siendo nuestros propios representantes, este es el panorama que tenemos. Resulta agotador. 

Te han preguntado alguna vez tus amigos y familiares, con muy buenas intenciones, ¿a qué te dedicas el día entero? Simplemente, te ríes. 

De modo que, si soy completamente sincera, en ciertas ocasiones simplemente he deseado poder pararlo todo y recapacitar. Y de repente, ese deseo se hizo realidad… Bueno, sí, de acuerdo, esta pausa la ha impuesto este confinamiento obligatorio debido a la COVID-19 y, además, realmente hay motivos para estar preocupados al respecto. 

Pero de repente, me encuentro aquí, consumiendo este tiempo recapacitando sobre la interminable lista de tareas descritas con anterioridad relacionadas con el negocio de la música. Nunca he tenido un trabajo cotidiano, aunque esta profesión ha sido una decisión personal. No obstante, siento como si las cosas se hubieran ido descontrolando cada vez más desde hace algún tiempo. Lo explico a continuación: 

Empecé mi carrera profesional como músico siendo muy joven en el año 1986, cantando en bandas. En aquel entonces mi banda firmó con la agencia Feldman en Vancouver y lo ganábamos bien tocando seis noches a la semana y, además, contábamos con un buen presupuesto para equipos de sonido decentes, cuarenta luces y un encargado de sonido que viajaba con nosotros. 

Habíamos consolidado contratos durante años. Nunca teníamos que pensar en promociones, logística, correos electrónicos, redes sociales o presentaciones para darnos a conocer. Lo único que tenía que hacer era ensayar, cantar, comprar buenos vestidos para ponerme y hacerme una foto con la banda una vez al año. ¡Cómo echo de menos los viejos tiempos! 

Salto a la actualidad; año 2020: la era digital. 

Los músicos ya apenas ganan dinero con sus ventas, resultando imposible recuperar los gastos de grabación. En lo que respecta a las giras, se ha producido un gran cambio: por lo general, el músico, y no la sala de conciertos, es quien asume la mayoría de los riesgos financieros (a menudo tocando por una parte de la taquilla en vez de unos honorarios garantizados) y los costes de la promoción; esta promoción puede hacerse directamente (contratando a un publicista para promocionar un espectáculo o haciéndolo por tu propia cuenta), o bien, indirectamente (con nuestros números en redes sociales e interactuando lo suficientemente para que los promotores de espectáculos se interesen). 

Posteriormente, se ha generado toda una nueva industria: los servicios para artistas que producen su propia música, que se centran en la promoción online. Nombraré tan sólo algunos servicios que se fomenta para que los músicos gasten su dinero y todo siga rodando: 

-Distribución online 
-Gestión de redes sociales 
-Anuncios en Facebook e Instagram 
-Presentaciones musicales para listas de reproducción en Spotify 
-Videografía 
-Promoción de videos 
-Servicios de presentación para vender derechos musicales 
-Diseño gráfico digital 
-Publicistas buenos y anticuados 
-Promotores de productos en blogs 
-Plataformas de distribución de promociones radiofónicas 
-Servicios de administración de publicaciones 
-Cursos en línea para conseguir seguidores (¡Imagínatelo en 1986!) 
-Conferencias de negocios para la industria musical 
-Servicios para conseguir contactos en la industria musical 
-Servicios de evaluación de canciones 

Y la lista sigue y sigue. 

Algunos de estos servicios son necesarios y confieren capacidades a músicos independientes, mientras que otros resultan ser una pérdida de tiempo y dinero al alimentarse de los sueños de éxito de los músicos. Tampoco querría demonizarlos… la mayoría de estos negocios se iniciaron como actividades suplementarias de músicos que tan sólo intentan sobrevivir. 

Simplemente me preocupa la sensación de que este sistema no es sostenible. Un artista que compone su propia música y además es su propio representante tiene muchos más gastos que ingresos por conciertos, y ni siquiera tiene tiempo durante el día para estar al tanto de esta interminable lista de tareas. 

Por eso, me sigue resultando tan extraño que toda esta ruleta se pare de modo tan inesperado. 

En un intento de ser optimista, se me ocurren algunas reflexiones: 

-La vida en España. Me recuerdan constantemente el hecho de que hacer música es un impulso natural: un medio eficaz de expresión, de comunicación; es una manera jubilosa de conectar con otros seres humanos. Los españoles cantan mientras cocinan, limpian, incluso cuando están vendiendo algo (como el tradicional “pregón”). En estos momentos de confinamiento hacemos música con nuestros vecinos, de balcón a balcón. ¡Hacer música puede ser divertido! Y a veces, gracias a nuestro agobio por la lista de tareas que implica el negocio de la música, podemos olvidarnos de eso. 

-Los músicos, que de cualquier otro modo estarían de gira en estos momentos o trabajando en otros empleos, cuentan ahora con más tiempo para ensayar o recapacitar sobre sus objetivos y motivaciones. Personalmente preveo una tremenda oleada de creatividad, una avalancha de nuevas expresiones. 

-Cuando se nos permita salir y las salas vuelvan a abrir, la gente tendrá un deseo renovado de salir y divertirse, estará ávida de sentir la música en vivo. Por lo que salas y público por igual redescubrirán el valor del trabajo de los músicos y encontrarán vías más sostenibles de retribuirlo. 

-Este respiro podría tener un impacto positivo en los niños (y en todos nosotros), que tienen una capacidad de atención tan breve que no pueden escuchar más de diez segundos de una canción antes de dedicarse a otra tarea. Tal vez, en el trascurso de una tarde tranquila de cuarentena, alguien descubre el placer de escuchar una canción completa, sin distracciones, por primera vez. 

-A medida que la naturaleza se toma un respiro y entra en un periodo de auto-reparación en estos momentos en el que la industria y el transporte se reducen, puede que también disfrutemos más en la naturaleza. Esto sólo puede ser algo bueno para la creatividad y la expresión. 

-Después de este distanciamiento social, espero que recordemos lo importante que es el contacto humano. Aquí en Europa estamos muy acostumbrados a saludar a nuestros amigos con besos en la mejilla. Todos estamos deseando volver a reunirnos y congregarnos en torno a la música. 

-Tal vez, los músicos estemos más unidos después de este episodio. De hecho, ya nos contactamos para hablar de cómo todas las cancelaciones de giras están afectando a nuestras carreras. Tal vez, nos haga recordar el valor de nuestro trabajo y aceptemos no infravalorar nuestra entrega y talento actuando gratis o por unas migajas. 

-También espero que las salas tengan un respiro. Han estado mal viviendo debido al incremento de alquileres, impuestos y sanciones por apoyar la música en vivo. Tal vez, después de esta sequía social, los gobiernos municipales se den cuenta de que la música en vivo es beneficiosa para el bienestar de sus ciudadanos. 

-También espero que los músicos y las salas se unan de nuevo después de todo esto para trabajar desde el mutuo reconocimiento, con un esfuerzo conjunto para que la música en vivo perdure. Seamos conscientes de esto y seamos profesionales. 

-En cuanto a esta lista interminable de tareas digitales, necesito reducirlas. No puedo controlar un entorno digital en constante cambio, pero me puedo comprometer a centrarme en lo que más deseo expresar artísticamente, concentrándome en la calidad de lo que creo y comparto, en vez de la cantidad. 

En definitiva, ¿qué papel pueden desempeñar los músicos durante esta crisis mundial? Podemos hacer lo que hemos hecho durante siglos, si no milenios. Si generas una conexión con tu música, ya sea porque es catártica, inspiradora, divertida o, simplemente, hace que la gente se sienta bien al escucharla, entonces, ya estás aportando tu grano de arena. La música une, y en estos momentos de distanciamiento social, no hay mayor necesidad que la unidad. 

-Nancy Ruth en Málaga, España